jueves, 14 de enero de 2016

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Empieza a crecer el misterio en torno al misterioso Bruce, que está enterrado en el cementerio de la isla.
¿Será alguien cercano a Susan?
Danielle también tiene a alguien a quién llorar. Su hermana gemela Melissa...

                           Susan no conocía a ningún Bruce.
                           Fue la contestación que le dio a la pregunta que le hizo Arianne acerca de un bebé llamado Bruce. Había nacido en la isla. Ésa era la conclusión que había sacado Arianne.
                           Susan y sus primas acudieron al cementerio. Danielle y Gaelen sentían cierta curiosidad por visitar la tumba del pequeño Lucien.
                          Entonces, Arianne les habló de la tumba que había visto. Susan la había visto muchas veces.
                          Les contó a sus primas que su madre visitaba aquella tumba. Le ponía flores con frecuencia. Incluso, se quedaba mirando la lápida con pesar. Arianne miró con estupor a su prima.
-¿Quién es Bruce?-le preguntó.
-No conozco a nadie que se llame así-respondió Susan-Mamá me contó que le daba pena el niño. Por eso, coloca flores en su tumba.
-¿No tiene familia?-quiso saber Gaelen.
-Mi madre me contó que no lo sabía. Yo he intentado averiguar algo por mi parte. Es algo curioso. Cuando encontré a Lucien, mi madre se echó a llorar. Yo la oí llorar en su habitación aquella noche. Creo que estaba preocupada.
-Hay gemelos en la familia.
-Es verdad-intervino Danielle-Yo tuve una hermana gemela.
-¿Tuviste?-se sorprendió Susan.
-Tu prima Melissa...Mi hermana...En realidad, no nos parecíamos tanto como decían nuestros padres. Te miro y veo a Melissa. Era como tú. Muy cabezota...
-¿Qué le ocurrió? No me lo cuentes si no quieres.
                        Danielle suspiró. Gaelen y ella intercambiaron una mirada llena de nerviosismo. Les dolía hablar de Melissa. Les dolía recordarla.
-No importa-contestó Danielle-Melissa...Murió poco antes de conocer yo a sir Arthur. Siempre tuvo una salud fuerte. Pero...Es una historia muy triste. No vale la pena seguir hablando.
                        Susan se arrepintió de haber hablado de Melissa. La prima a la que nunca llegaría a conocer. Posó la mirada sobre la tumba.
                         El comportamiento de su madre cuando estaba ante aquella tumba era extraño. Una vez, oyó decir a una de las criadas que Susan había sido un verdadero milagro. Había nacido prematura.
                       Estaba viva. Podía dar las gracias a Dios. ¿De verdad mi madre está contenta de que yo viva?, pensó Susan. Se arrepintió de haber tenido tales pensamientos.
                      Le dio un beso a Danielle en la mejilla.
                      Regresaron a casa con paso lento. Danielle se arrepentía de haber mencionado a Melissa. Un día, su hermana estaba entusiasmada haciendo planes de boda con el joven heredero del condado de Dunmore. Sus padres estaban encantados con aquel enlace. Uno de los mejores partidos de todo el país iba a casarse con su hija menor. Primero, había nacido Danielle. Melissa tardó diez minutos en nacer después de haber empezado a llorar Danielle.
                      Los padres de las tres decidieron hacer caso omiso de los rumores. La madre de Noah, el prometido de Melissa, era oriunda de Whitechappel. Se las daba de gran dama. Pero había crecido en las calles. Era la hija de una prostituta. Y una tía suya, hermana de su madre, era la dueña de un burdel. Sin embargo, se daba muchos aires. Melissa detestaba a su futura suegra.
                      Un accidente de carruaje sesgó las vidas de Melissa y de Noah. Éste era hijo único.
                      Lord Dunmore era la clase de hombre que lo había tenido todo a lo largo de su vida. Cuando la vida le quitó a su único hijo, se volvió loco.
                      Susan no dejó de pensar en lo que le había contado su prima Danielle. Y también pensó en Bruce. ¿Quién era realmente aquella criatura? Necesitaba saber más cosas acerca de su desconocida prima Melissa.
                    Pero también necesitaba saber cosas acerca de Bruce. En cuanto llegó a casa, quiso hablar con su madre. Le preguntó directamente quién era Bruce. El niño que estaba enterrado cerca del lugar donde Lucien descansaba. Lady Kate se puso pálida al escuchar aquel nombre. Bruce...
                    Susan le cogió las manos.
-¿Lo conozco?-le preguntó.
                     Lady Kate luchó por no recordar el durísimo parto. Un parto que se le adelantó un mes antes de lo previsto. Sólo quería escuchar el llanto de su pequeña. Pero intentaba no recordar el débil llanto que acompañó al llanto de Susan.
                    Danielle, a solas en su habitación que compartía con su prima y con su hermana mayor, también luchaba por no pensar. Melissa y ella fueron presentadas en sociedad al mismo tiempo. Cuando acudieron a la fiesta en la que tendría lugar su debut, las dos estaban muy nerviosas. Danielle no podía disimularlo cuando entraron en aquel salón lleno de gente. En cambio, Melissa parecía una Reina. Danielle la envidió.
                 Melissa causó sensación en aquel baile. Danielle, en cambio, pasó desapercibida.
                 Cuando quiso darse cuenta, el joven lord Noah ya había posado la vista en Melissa.
                  Ocurrió todo demasiado deprisa, en opinión de Danielle. De pronto, Noah se convirtió en un visitante asiduo de la casa. Melissa estaba encantada. Solía deleitarle dando conciertos caseros de piano. Estaba enamorada de él.
-¡Lo amo!-le confesó a sus hermanas y a su prima Arianne cuando estaban visitando a una modista en Regents Street-Noah quiere que nos casemos. Hablará con padre para pedirme en matrimonio.
-¡Casi no le conoces!-se asustó Arianne.
-¡Pero eso no importa! Yo sé que nos amamos.  
-Piénsalo bien-le rogó Gaelen-No cometas un error.
-He tomado una decisión. Espero que la respetéis. Amo a Noah. ¡No me pidáis que me aleje de él!
                     Cuando Danielle quiso darse cuenta, Melissa se había convertido en la mujer de Noah. Los condes no estaban nada contentos con aquella unión. Decían que Noah merecía algo mejor. Sin embargo, el padre de Arianne alegó que eso era imposible. Todo el mundo conocía el origen de lady Dunmore. Le habían hecho la cruz desde el mismo instante en el que se casó con el conde. No era invitada a fiestas. Apenas salía a la calle. Y los niños siempre le habían hecho el vacío a Noah. Su hijo podía considerarse afortunado.
                   Melissa era miembro de una adinerada y aristocrática familia. Todavía pesaba sobre los Doyle el recuerdo del escándalo que había protagonizado Kate.
                     El matrimonio apenas duró un año.
                    Melissa había recibido una educación esmerada. Había llegado virgen a su noche de bodas.
                    Noah tenía la fama de ser un depredador sexual. Desde que perdió la virginidad siendo un adolescente. Había tenido numerosas amantes. Y no pensaba cambiar sólo por el hecho de haberse casado.
                    Melissa le atraía muchísimo. Poseía una gran belleza. Y su cuerpo...
                   La noche de bodas, Melissa acabó aterrada. Había disfrutado muchísimo en la cama con su marido.
                   Pero a éste no le importaba el cómo hacerlo. Por delante...O por detrás...
                   Había lamido cada centímetro de la piel de Melissa. Había mordido con suavidad su carne. Incluso, había metido su miembro en la boca de Melissa. Luego, la había besado con sensualidad.
                   Todas las noches, salía por ahí. Melissa empezó a escuchar el rumor de que su marido visitaba burdeles.
                   Pero las prostitutas no le satisfacían. Podía desfogarse con ellas. Sin embargo, siempre quería más. Pensó en tener una amante.
                    Pero tampoco le iba a ser suficiente. Además, estaba Melissa.
                    Los escándalos que Noah protagonizó aquel año fueron sonados.
                    Melissa no quería hablar de ellos. Su marido la amaba. Ésa era la imagen que debía de dar al mundo. Y, a su modo, era verdad.
                     El conde habló con su hijo. Le recordó que era un hombre casado. Así se lo dijo nada más entrar Noah en su despacho.
-Debes de respetar a tu mujer-le recordó-Ella no es ninguna prostituta.
-Lástima que mi abuela sí fue una prostituta-ironizó Noah.
-Espero que tu madre no lo haya escuchado.
-Jamás le faltaría el respeto a mi madre. Y tampoco le estoy faltando el respeto a mi esposa.
                      Melissa hizo la vista gorda. En ocasiones, deseaba quedarse embarazada. Pensaba que un hijo solucionaría sus problemas. Noah cambiaría si le daba un hijo.
                      Además, sus suegros no le tenían demasiada estima. Tampoco ella les tenía mucho cariño. Su suegro era un hombre que no sabía lo que era pasarlo mal en la vida. Todo le había venido rodado. Y su suegra tenía demasiados aires para haber nacido en Whitechappel.
                     Noah y ella hacían el amor todas las noches. A pesar de que él venía de estar en los burdeles más refinados de la ciudad. Siempre buscaba a Melissa. Y ella lo esperaba despierta. Noah nunca tenía suficiente con nadie. Y quería terminar la noche con ella. De algún modo, eso rebajaba a Melissa.
                    Sus suegros tenían una casa en la isla de Osney. Noah y Melissa decidieron irse a vivir allí. De aquel modo, Noah estaría alejado de las tentaciones. Melissa se puso muy contenta. Su matrimonio empezó otra etapa.
                     Noah y ella hacían el amor dos o tres veces ¡durante la noche! Incluso, podían estar así durante días. El comportamiento de Noah no era normal. Eso era lo que los pocos criados que tenían decían.
                      A pesar de todo, Melissa no lograba quedarse embarazada. Noah no se lo echó en cara.
                     Decía que era mejor así.
                     Le gustaba llenar de besos el cuerpo de Melissa. La acariciaba con sensualidad con las manos.
                     Y ella disfrutaba.
                    La besaba con pasión. Introducía su lengua en el interior de la boca de Melissa cuando la besaba. Y ella se rendía ante él con aquellos besos.
                    Disfrutaba sintiendo la lengua de Noah en cada porción de su cuerpo.
                    Danielle escribió en su diario lo que había hecho durante el día. Sin embargo, sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar a Melissa.
                    Poco después de cumplir su primer aniversario de boda, Noah y Melissa decidieron viajar a Londres. Iba a empezar la temporada en sociedad. Danielle estaba desesperada.
                     Deseaba ver a su hermana para contarle que todavía no había recibido una oferta de matrimonio. Estaba más unida a Melissa que a Gaelen. Su hermana se había resignado a la idea de quedarse soltera. En cambio, Danielle deseaba casarse.
                     Danielle estaba dando un concierto casero de arpa. Toda su familia estaba allí congregada. De pronto, alguien llamó a la puerta. El mayordomo fue a abrir.
-Buenas tardes...-oyó saludar a alguien.
                     Danielle no recordaba nada más.
                     Sólo podía recordar los rayos de Sol colándose por el enorme ventanal del salón. Recordaba el grito de dolor que profirió su madre cuando le dieron la noticia. Danielle sintió una dolorosa presión en el pecho. De vuelta al presente, estaba lloviendo.
                     Danielle escuchó el viento agitando las ramas de los árboles. El sonido de la lluvia golpeando contra el cristal de la ventana. Melissa se había ido para siempre.
                     Susie te habría gustado, pensó Danielle.
                    Os parecéis mucho.
                     Luego, pensó en el pequeño Bruce.
                    Danielle siguió escribiendo, pero su cabeza no dejaba de dar vueltas. Intuía que a su prima le ocurría lo mismo.
                      Susan se encontraba sola en su habitación. Una extraña sensación la embargó. Creía que su madre le estaba ocultando algo.
                    Había muchas cosas en su interior que estaban empezando a aflorar. Quería viajar a Londres. Sí, deseaba tener una puesta de largo.
                     Estaba empezando a soñar con la idea de poder casarse con Gerard. De poder mirar a la familia que la había despreciado a la cara. No tenía sentido seguir viviendo allí escondida.
                    Quería abrazar a Gerard a la vista de todo el mundo. Quería besarle en el Parque de Saint James.
                    Quería bailar con él.
                    Quería hacer mil cosas con él.
                   Pero también deseaba saber más cosas sobre su padre. El mismo hombre que la había abandonado en cuanto supo que iba a nacer. Un desconocido para ella...Un ser sin rostro...
                    Y quería saber quién era el misterioso Bruce. El bebé al que su madre lloraba en el cementerio.



                      Decidió escribirle una carta a Cassandra. De aquel modo, podría desahogarse con alguien. Ignoraba si Cassandra habría llegado al convento.
                      ¡Cómo la echaba de menos! Cassandra la habría entendido.
                       Como la entendía Gerard. Una sonrisa afloró en los labios de Susan cuando pensó en Gerard.

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