lunes, 11 de enero de 2016

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, vamos a añadirle algo más de misterio al asunto.
La parte de misterio viene propiciada por una de las primas de Susan, Arianne.

                               Susan les habló a sus primas de Lucien, su hermano adoptivo.
                               Algo debían de saber éstas cuando no mostraron sorpresa alguna. En el caso de Arianne, sí mostró cierta curiosidad por visitar la tumba de Lucien.
                               Ignoraba hasta dónde había llegado Susan con Gerard. Sin embargo, Arianne tenía la sensación de que Gerard era algo más que el joven al que su prima más joven parecía despreciar.
                               No había nadie en el pequeño cementerio de la isla cuando Arianne entró.
                              Buscó la tumba de Lucien. Había decidido ir ella sola a visitarla.
                               Tanto Gaelen como Danielle habían decidido quedarse en casa. Imaginó que estarían contándole a Susan toda clase de historias. De Londres...De Bath...
                              Arianne pensó que ella misma pudo haber corrido la misma suerte que corrió su tía. En su caso, no se trató de un miserable.
                             Philip y ella se amaban de verdad. Pero venían de mundos distintos.
                             Arianne se enamoró de Philip cuando éste tenía diecisiete años. En su fuero interno, sabía que estaba cometiendo un terrible error. Tuvo que reconocer que había algo de Philip en el joven Gerard. De algún modo, los dos tenían un carácter similar. No sabía bien cómo definirlo.
                            Philip era alto. Era desgarbado. Pero era esbelto.
                            Se había dedicado a robar en tiendas. Le estaba muy agradecido al padre de Arianne por su bondad. Gracias a él, trabajaba como criado en aquella elegante mansión situada en el elegante barrio de Mayfair. Podía comer caliente tres veces al día. Ganaba un sueldo por hacer algunos trabajillos en la mansión. Y sentía que los criados eran la familia que nunca tuvo.
                            El padre de Arianne encontró a Philip medio muerto de hambre y de frío en mitad de la calle. No dudó ni un instante en traerlo a su casa.
                           Arianne tenía dieciséis años en aquella época. Vivía a caballo entre el campo y la ciudad. Había crecido escuchando la historia de la caída en desgracia de su tía.
                          Todavía la guerra estaba sacudiendo el continente. Philip hablaba de ir allí a luchar. Quería hacerse respetar por todo el mundo.
                           Sin embargo, nadie se dio cuenta de lo que acabó ocurriendo. Arianne y Philip se enamoraron.
                          Todo empezó de la manera más inocente.
                          Una tarde, mientras estaba leyendo sentada en su sillón favorito de la biblioteca, Arianne se dio cuenta de que Philip la estaba mirando de un modo muy raro.
                          Otra tarde, estaba en el jardín con él.
                         Le estaba mostrando orgullosa las margaritas que había plantado junto con su prima Gaelen y que habían florecido cuando Philip hizo algo inesperado.
                          La besó de lleno en los labios.
                          Los meses que siguieron fueron una verdadera locura. Philip aprendió a escribir para poder escribirle cartas de amor a Arianne. Se encontraban en la parte trasera del jardín. Se veían en los Jardines de Vauxhall.
-¿Qué vamos a hacer?-le preguntaba Arianne a Philip.
-Marcharé al continente a pelear-respondía el chico-Lograré hacerme respetar. Y, entonces, podremos casarnos.
-¡No te vayas! ¡Por Dios, no lo hagas!
                        Arianne cometió otra locura.
                       Una noche, Philip se coló en su habitación.
                       Arianne, a pesar de todo, no le echó. Hizo algo aún peor.
                       Se entregó a él.
                       Lo recibió en su cama.
                       Se dejó llevar por todos los besos que él le dio.
                      Los dos eran vírgenes. Fue la primera vez para ellos. La primera vez que Arianne guardaba a fuego grabada en su mente.
                       En las semanas siguientes, Philip se coló en más ocasiones en la habitación de Arianne por las noches.
                        Arianne sabía que aquella relación no conducía a ninguna parte. Pero los dos estaban profundamente enamorados. Philip creía que lograría hacerse respetar si volvía a Inglaterra convertido en un héroe de guerra.
                        Las noches volaban mientras Arianne recibía en los labios todos los besos que le daba Philip. Se abrazaba a él. Disfrutaba cuando las manos del chico la acariciaban. Sus labios cubrían de besos su piel. La besaba en el cuello. Besaba con delicadeza sus pezones.
                      A pesar de todo, Philip quería ofrecerle el mundo a Arianne si ésta se lo pedía. Por ese motivo, gastó todo el dinero que tenía en comprarse una graduación. Después de ello, se marchó al continente. Si no conseguía su objetivo, nada más volver a Londres, huirían a Gretna Green para casarse.

  

                  Mientras caminaba en dirección a la tumba de Lucien, Arianne notó cómo las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
                    Creyó morir cuando una de las criadas le contó que Philip había muerto durante la batalla de Waterloo.
                  Por lo menos, estas personas están aquí enterradas, pensó Arianne. Miró las tumbas que había a su alrededor. Las cruces de madera...Las lápidas de mármol...Philip había sido enterrado en una fosa común. Trató de disimular ante sus padres. Ni siquiera sus primas conocían aquella parte de su historia.
                   No le había mentido a Susan. De haber vivido Philip, habría ido a buscarla. Habrían huido a Gretna Green para casarse.
                  Philip la había amado de verdad. No llores, pensó Arianne.
                  Se fijó en una tumba que estaba cerca de la tumba donde estaba enterrado Lucien. Era una tumba más bien pequeña. Parecía que habían enterrado allí a un bebé. O eso fue lo que pensó Arianne. Ni siquiera le quedó el consuelo de haber tenido un hijo de Philip. A pesar del escándalo, una parte de él habría vivido con ella.
                   Llena de curiosidad, Arianne se acercó a la tumba. Parecía que alguien la visitaba con frecuencia. Había un ramo de flores allí colocado. Rosas...Rojas...
                   Había un nombre inscrito en aquella lápida. Bruce...Y creyó ver algo más.
                   La lápida era de mármol. Alguien debía de limpiarla con mucha frecuencia, dedujo. Pudo leer la fecha que había en la lápida. 25 de abril.
                    Arianne se quedó helada. No había más fechas. Sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. Aquella tumba...Había un bebé enterrado allí. Un bebé...Y, posiblemente, no había llegado a nacer con vida.
                    Regresó a casa sintiéndose más hundida que nunca. Entró directamente en el salón. Le pareció irreal la escena que vio.
                     Como una sonámbula se sentó en una silla. Vio a Susan hablar de manera animada con Gaelen y con Danielle.
                      Y luchó por no recordar la tumba del bebé que había enterrado en el cementerio, junto a la tumba del pobre Bruce.
                      Luchó por no recordar la última vez que besó a Philip.
-¡Qué mala traes, querida!-observó lady Kate.
-He estado en el cementerio visitando la tumba de Lucien, tía Kate-le contó Arianne-Me habría gustado mucho haberle conocido.
-No lo sientas, hija.
-¿Por qué no celebramos una fiesta?-propuso Gaelen-Hace mucho tiempo que no voy a una fiesta.
-Habréis ido a muchas fiestas en Londres-contestó Susan, risueña.
-Se puede celebrar una fiesta en cualquier lugar-alegó Danielle-¡Seguro que habrás ido a fiestas que se han celebrado aquí! ¿Verdad que sí?
-Sí...

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