miércoles, 2 de septiembre de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos. 
Tras el pequeño paréntesis de ayer, aquí regreso con un nuevo fragmento de Una pareja enamorada. 
Veamos qué ocurre entre Gerard y Susan. 

                                Gerard tardó una semana más en poder escapar del control de sus tíos. 
                                Salió por la puerta de la cocina. 
                                Lo que más necesitaba en aquellos momentos era alejarse de lord Ford y de lady Ford. Necesitaba respirar aire puro. Necesitaba no pensar en nada. Le dolía la cabeza de tener que aguantarles. 
                                 Empezó a caminar. La isla era un lugar muy pequeño. 
                                 No le importaba estar dando vueltas y más vueltas. Se sentía tentado a ir a la casa de las Cole. Necesitaba ver a Susan. Sin embargo, tenía la sensación de que, si insistía, ella se asustaría. Huiría aún más de él. De pronto, la vio. 
                                 Estaba de pie, con la espalda apoyada contra el tronco de un árbol y una expresión cansada en su rostro. 
                                  Gerard se acercó a ella. 
-¡Aléjese!-le rogó Susan-No tengo nada que hablar con usted. 
-No puedo irme-replicó Gerard. 
-Todo esto ha sido un error. 
-Yo creo que conocerte ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. 
-No está hablando en serio. ¡Quiere seducirme! ¡Quiere hundirme en el fango! ¡Piensa que soy una cualquiera! 
                                Gerard le cogió la mano con dulzura. 
-Quédate-le pidió con voz suplicante. 
-¿Qué es lo que quiere de mí?-le preguntó Susan. 
                                Su voz sonó dolorida. 
-Quiero que me des una oportunidad-respondió Gerard-Quiero que me dejes demostrarte que puedo hacerte feliz. 
-¡Mientes!-le acusó Susan. 
-Mis tíos han venido aquí. Son los vizcondes de Ford. Mi familia está en la ruina. Gracias a mi trabajo, mi padre y mi tío no han terminado presos en la cárcel de Newgate. Tenemos muchas deudas. 
-¿Por qué me lo cuenta?
-Porque quiero que lo sepas todo sobre mí. Les escribí una carta. A mi familia...Les hablé de ti. Les dije que te quería. Que quiero casarme contigo. Fui sincero en esa carta. Pero ellos se volvieron locos. Se creen con derecho a juzgar a los demás. No saben que sus amigos se burlan de sus desgracias. Yo no soy como ello. Ni soy como tu padre. Ni soy como sir Kurt. Lo único que quiero es que me creas, Susan. Dame una oportunidad. 
                               Los ojos de Susan se llenaron de lágrimas. 
                               No terminaba de creerse lo que estaba escuchando. Había oído algunos rumores acerca del origen aristocrático de Gerard. Ella también pertenecía a la aristocracia. Los Cole seguían siendo una de las familias más ricas del país. Pero ella no podía disfrutar de aquellos privilegios por ser una bastarda. 
                                Los Welles estaban en la runa. Gerard no era como su familia. 
                                Le estaba hablando con el corazón. Susan ya no escuchó los trinos de los pájaros que estaban posados en las ramas de los numerosos árboles que hay en la isla. Estaban los dos solos. 
                                Trató de recordar el consejo que le había dado Cassandra. No pudo pensar en nada. Sólo podía pensar en la confesión que le había hecho Gerard. En su sinceridad...
                                 Aquel joven estaba siendo honesto con ella. 
-Dame tiempo-le pidió. 
                                 Sólo podía darle eso: tiempo. Más tiempo...
                                Y Gerard estaba dispuesto a concederle más tiempo. Todo el tiempo del mundo si eso era lo que Susan quería. 
                                 Ella le sonrió con timidez. Era la primera vez que le sonreía y aquella sonrisa iluminó su rostro, siempre serio. 
                               Se apartó del tronco del árbol, se acercó aún más a Gerard y le dio un beso suave en los labios. 



-Demuéstrame que no eres como los demás hombres-le pidió, atreviéndose a tutearle.
-Te lo demostraré-le prometió Gerard.
-Cumple tu palabra. Y estaré satisfecha. Un hombre puede llevar a una mujer a la ruina. Le ocurrió a mi madre. Le ocurrió a Cassie. No quiero que me pase a mí también. Y también llevó a la ruina a alguien que conocí una vez. Aunque...
-Si no me lo quieres contar, no lo hagas. Te entiendo.

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