miércoles, 26 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, seguimos desvelando más datos acerca de los motivos por los cuáles Susan mantiene su actitud recelosa y reservada.
¡Nuestra Susan es toda una fuente de sorpresas!

                                 Hacía semanas que Susan no sufría aquella espantosa pesadilla. No era algo que ocurriera todas las noches.
-¿Se encuentra bien, señorita?-le preguntó la criada, golpeando suavemente la puerta de la habitación de la joven.
-Estoy bien-respondió Susan.
                               Era mentira.
-¡Susie!-exclamó lady Kate, asustada.
                               Irrumpió en la habitación de su hija. Encendió la bujía que estaba en la mesilla de noche de Susan con manos temblorosas.
                               Abrazó a su hija, quién estaba pálida como la cera.
                               Cuando era pequeña, Susan estaba jugando con Cassandra por la orilla del río Támesis.
-Si sigues yendo por la orilla, te vas a resbalar-le advirtió Cassandra.
-Siempre tengo cuidado-se rió Susan.
-¿Cuándo lo vas a olvidar, hijita?-le preguntó lady Kate a su hija, haciéndola regresar al presente-Eras tan sólo una niña. Poco o nada podías hacer.
-¡Pero no dejo de pensar en él, madre!-respondió Susan, llorando-Era mi hermano. Quién lo abandonó estaba asustada. Igual que tú lo estuviste cuando supiste que yo iba a nacer.
-Pero no te abandoné. No te dejé sola. Eras mi hija. Te amaba desde que supe que ibas a nacer. No me arrepiento de nada. Lo mejor que me ha pasado en la vida has sido tú, mi pequeña Susie.
-Pero esa madre...
                            Las lágrimas rodaron por las mejillas de Susan.
                            Volvió la vista atrás.
                            De pronto, Cassandra y ella escucharon un débil sonido. Se parecía al maullido de un gatito que estaba agonizando.
                             Venía de detrás de uno de los muchos árboles que hay en la isla. Llenas de curiosidad, Cassandra y Susan se acercaron a ver de qué se trataba. En aquel momento, ambas debían de tener unos seis años.
-¡Es un bebé!-exclamó Cassandra.
-¿Qué hace un bebé aquí solo?-se sorprendió Susan.
                              Estaba completamente desnudo. No debía de tener ni un día de vida. En la isla, todo el mundo se conocía. Ninguna de las dos recordaba haber visto a una mujer con la barriga enorme. Según Cassandra, las mujeres que tenían una gran barriga estaban embarazadas. Su madre adoptiva se lo había explicado.
                              Susan cogió al bebé en brazos.
-¡Me lo llevo a casa!-anunció con determinación.
                              El bebé estaba muy delgado. Le costaba trabajo llorar. Susan pensó que Dios le había concedido la gracia de darle un hermano.
                               Era muy triste ser hija única. Cassandra era su única amiga.
                               También ella sabía lo que era ser abandonada nada más nacer. De buena gana, se habría llevado al bebé a su casa. Pero Susan había tomado antes aquella decisión.



                                Lady Kate se quedó de piedra cuando Susan y Cassandra irrumpieron en casa.
-¡Mira, mami!-trinó la pequeña.
                                 Llevaba a un bebé en brazos.
-¿Qué es eso?-se asustó lady Kate.
-Es mi hermanito-contestó Susan con desparpajo.
-¡No puede ser tu hermano!
-¡Claro que es mi hermanito, mami! Lo hemos encontrado Cassie y yo. ¡Pero dejarás que me quede con él! ¿Verdad que sí?
                              Al niño le costaba trabajo respirar.
-Sólo un milagro podría salvarle-pensó lady Kate con temor.
                               Estaba sucio. Iba cubierto de sangre y de otras sustancias.
                               Lo primero que había que hacer era lavarle. Después, habría que darle de comer. Susan estaba muy contenta.
                               Siguiendo las órdenes de lady Kate, la criada se hizo cargo del bebé. Le dio un baño con agua caliente. Y lo envolvió con todas las mantas que encontró en el armario de lady Kate.
                               De aquel modo, la criatura entró en calor.
                               El pequeño recibió el nombre de Lucien.
                               Durante once meses, vivió en la casa de lady Kate.
                               Para Susan, Lucien era su hermanito. Lo cuidó durante aquellos once meses. Jugaba con él. Lo llevaba en brazos a todas partes. Le paseaba por toda la isla.
                               Le dormía cantándole canciones. Trazó miles de proyectos para él.
                               Lady Kate decía que la madre de Lucien debió de haberse encontrado en la misma situación en la que se encontró ella. Le faltó valor suficiente como para hacerse cargo de su hijo. Trató de averiguar algo acerca de la verdadera madre del niño.
                                Sin embargo, los vecinos de la isla no sabían nada de ella. Bien pudo haber llegado a la isla en barca y haber abandonado allí al niño a su suerte.
                                 Lucien tenía once meses cuando cayó gravemente enfermo. Una infección pulmonar acabó con su vida. Apenas duró una semana desde que Susan se percató, estando con él en el jardín, que tenía mucha fiebre.
                                 Apenas quería levantarse para empezar a caminar solo. Ya gateaba por toda la casa.
                                 Balbuceaba el nombre de Susan. Sue, le decía. La muerte de Lucien destrozó a Susan. La niña estuvo un mes entero llorando la muerte del niño que había llegado a considerar su hermano.
                                Lucien...La deshonra de Cassandra...La historia de su madre...
                                Aquellos tres sucesos habían marcado el carácter de Susan. Miró casi con cólera a lady Kate.
-¡Los hombres tienen la culpa!-exclamó furiosa-Un hombre deshonró a la verdadera madre de Lucien. ¡Él lo mató!
-Cariño, lo que le ocurrió a Lucien no tiene nadie la culpa-le replicó con suavidad lady Kate-Dios se lo llevó con Él por algún motivo. Ahora, ya no sufre. Es un angelito.
-¡Pero tendría que estar vivo!
-Yo también sufro por su ausencia, Susie.
-¡Ningún hombre se dará nunca gusto alguno conmigo! ¡No lo permitiré!
                             Susan era incapaz de controlar su llanto.
                             Había vuelto a soñar con la muerte de Lucien.
                             Y aquel maldito de Gerard Welles estaba amenazando con derruir todas las murallas que había construido a su alrededor.

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