lunes, 24 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Una pareja enamorada. 
Veamos qué ocurre entre Gerard y Susan.

                                  Gerard recibió una carta de su familia. En realidad, se la enviaban sus tíos. Tanto lord Ford como lady Ford le recriminaban su comportamiento.

                                   Tómala como amante, si ése es tu deseo. Pero esa joven no es la clase de mujer que te conviene como esposa. 
                                   Búscate una heredera y cásate con ella. 

                               Gerard reaccionó echando la carta a la chimenea de la casa de Jeremiah. Estaba la chimenea encendida en aquel momento. La carta no tardó mucho rato en ser pasto de las llamas.



                              Le envió una nota a Susan citándola para la tarde siguiente.
                              Se encontraron debajo de uno de los árboles que poblaban la isla.
-Me estoy mostrando débil ante usted-le recriminó Susan en cuanto Gerard llegó a su altura-Le estoy mostrando mi lado más vulnerable. Temo que vaya a aprovecharse de mí. Se lo advierto, mister Welles. No quiero que juegue conmigo. Nunca se lo perdonaría.
                              Gerard cogió la mano de Susan y se la besó.
-¿Quién dice que quiero aprovecharme de usted?-le preguntó con dulzura-Ya lo ha visto. Mis intenciones son honorables. Quiero hacerla feliz, miss Cole.
-No le creo-replicó Susan-Me es imposible creerle.
-No todos los hombres son como su padre.
-Ni cómo Kurt...
                             Gerard se envaró.
                            ¿Acaso había en la vida de Susan otro hombre? Había mencionado a un tal Kurt. ¿Era posible que tuviera un rival?
-Sir Kurt Roemarsh era un hombre del que se enamoró mi mejor amiga, Cassie-le explicó a Gerard-Le juró amor eterno. Hasta que lo mataron en un duelo porque estaba liado con la esposa de un lord.
-Lo siento mucho-alcanzó a decir Gerard.
                              Kurt había rondado a Cassie.
                             Se encontraba con ella a orillas del río Támesis. Daban paseos. Le enviaba regalos. Le escribía cartas de amor. Y, una noche, logró su objetivo.
                              Se encontró con ella debajo de uno de aquellos árboles.
                              Comenzó a besarla en el cuello y se dejó llevar.
                              Se entregó a él.
-Esto no lo sabe nadie-se sinceró Susan-Le ruego que no se lo cuente a nadie. Por algún extraño motivo, confío en usted. Sé que nunca delataría a Cassie. Sus padres no saben nada. Es su secreto.
                               Gerard notó cómo un nudo se formaba en su garganta.
                               Cogió la mano de Susan y se la oprimió con suavidad.
                               Con razón, la joven desconfiaba tanto de los hombres. No sólo estaba el caso de su madre. También estaba el caso de su mejor amiga. Las dos únicas historias de amor que Susan conocía atañían a dos jóvenes inocentes enamoradas de dos sinvergüenzas.
                                 No soy un sinvergüenza, pensó Gerard. Sabía Dios cuántas doncellas había seducido lord Ford antes y después de contraer matrimonio con su esposa. Sabía Dios cuántos hijos bastardos había engendrado. Por ese motivo, Gerard no debía de ser así.
-No todos los hombres son así de malnacidos, miss Cole-le aseguró a Susan-Creo que le he demostrado que yo no soy así.
                                 No puedo creer en sus palabras, pensó la joven. Me está mintiendo. Busca mi ruina.
                                 Sin embargo, al mirar a Gerard a los ojos, Susan deseó ciegamente sentir que podía confiar en él. Ya lo sentía. Por eso, se había confiado a él. Le había contado cosas que ni su madre sabía. Lady Kate no sabía nada de lo que le había ocurrido a Cassandra.
-Deme tiempo-le pidió con voz ahogada-Creo que no es mucho pedir.
-Está bien-aceptó Gerard.
                                  Besó con cariño a Susan en la mejilla.
                                  Esperaré todo el tiempo que sea necesario, pensó.
-Eres muy amable-afirmó.
-He logrado que me tutees-observó el joven risueño.
                                 Susan se sonrojó.

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