domingo, 23 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, entra en escena la que es la única y mejor amiga de Susan, Cassandra Baker.
Vamos a conocerla.

                           Hacía mucho tiempo que Susan no veía a su amiga Cassandra Eleanor Baker. Era una de las pocas personas que nunca la había mirado por encima del hombro.
                           Eleanor acababa de regresar de Londres, donde había tenido lugar su primera temporada social. El matrimonio Baker había creído que su hija adoptiva estaría más que encantada de disfrutar de una ciudad como Londres. Pero Eleanor había regresado antes de tiempo porque se aburría mortalmente.
-¡No me lo acabo de creer!-se rió Susan.
-Londres ha supuesto la mayor decepción de mi vida-afirmó Cassandra.
-Si te soy sincera, me habría gustado estar en tu lugar.
                            Susan cogió uno de los emparedados de pepino que había colocado la criada de los Baker en un plato y le dio un mordisco.
                            Había ido a visitar a Cassandra nada más enterarse de su regreso.
-Te noto algo rara-observó Cassandra-He leído todas las cartas que me has escrito en estas últimas semanas. Y tengo la sensación de que me estás ocultando algo. Vamos. Me lo puedes contar.
-¿Qué te voy a ocultar?-mintió Susan, poniéndose nerviosa.
-Nos conocemos desde que éramos muy pequeñas.
-Es verdad.
-Le estoy eternamente agradecida a mis padres por haberme dado un hogar. Dios los puso en mi camino. Y sospecho que Dios ha puesto en tu camino a alguien especial. ¿Me equivoco?
-No...
                              Cassandra esbozó una sonrisa cariñosa. Susan sintió cómo se le secaba la garganta.
                              Era imposible mentirle a Cassandra. La conocía demasiado bien. Y, a su vez, Susan conocía demasiado bien a Eleanor.
-Hay una persona-admitió-Un joven...
                              Cassandra frunció el ceño. Susan pensó que le iba a echar un sermón.
                              A veces, deseaba poder olvidar la desgracia que sufrió Cassandra. También había echado a perder su vida por culpa de los hombres.
                               Por suerte, no tendría problemas a la hora de fingir una virginidad existente. Cassandra no pensaba recurrir a la sangre de pollo para manchar las sábanas de su cama en su noche de bodas. Ella había sido más radical.
                               Había recurrido a una remiendavirgos. Cuando se lo contó a Susan, ésta creyó que se desmayaría.
                              A los pocos días, partió con sus padres adoptivos rumbo a Londres. Éstos insistían en que debía de tener una puesta de largo. Naturalmente, ignoraban que su hija adoptiva ya no era virgen. En Londres, el carácter de Cassandra cambió. Decía oír voces. Afirmaba que Dios la había llamado. Que su sino era ser monja.
-Es el Diablo-opinó Cassandra-Te quiere tentar.
-No parece que tenga aspecto de Diablo-replicó suavemente Susan.
                            Cassandra bebió un sorbo de su taza de té.
                            Conocía bastante bien a los hombres, por desgracia. Sabía cómo eran y lo que querían de las mujeres.
                             Susan era demasiado inocente. Debía de andarse con mucho cuidado.
-¿De quién se trata?-se interesó Cassandra.
-Se llama Gerard Welles-contestó Susan.
                            Es un forastero, observó Cassandra. Ella no conocía a nadie llamado Gerard Welles. Susan le contó que era administrador del anciano Jeremiah. Tanto el anciano como su esposa le tenían mucho aprecio. Cassandra arqueó las cejas al escuchar hablar a Susan. Parecía saber muchas cosas de aquel joven.
-No parece que sea un canalla-insistió Susan.
-Ten cuidado-le exhortó Cassandra.
-Tengo mucho cuidado. No permito que se propase conmigo.
                             Había mucho más. Susano no se atrevía a contárselo a Cassandra. No se atrevía a contarle que Gerard la estaba cortejando.
                              ¿En serio la estaba cortejando?


                       
-Dice que está muy interesado en mí-añadió Susan con cierto reparo.
                          Le estaba temblando la voz. ¿Dónde estaba la firmeza de su carácter? ¿Por qué Gerard la había convertido en un ser dubitativo y balbuceante? No se reconocía así misma. Susan Cole no era así. Era fuerte. Estaba segura de sí misma. Nunca vacilaba. En aquel momento, sentía que odiaba a Gerard con todas sus fuerzas. Le odiaba por haber irrumpido de manera violenta en su vida.
-Hay algo más-insistió Cassandra.
-No te entiendo-mintió Susan.
-Te pones blanca como la cera cuando mientes, Susie. Dime la verdad. ¿Ha ocurrido algo entre vosotros?
-¡No! ¡Te estoy diciendo la verdad!
                            No sé mentir, pensó Susan, alterada. Cassandra la conocía demasiado bien.
                           Finalmente, se sinceró con ella.
-Me ha besado-le confesó.
                            Cassandra le echó un verdadero sermón. Le espetó que era una tonta. Que debía de volver a ser la Susie desconfiada que siempre había sido. ¿Dónde estaba su amiga? No lo sé, Cassie, pensó Susan, con desesperación. Te juro que no lo sé.
-¡Fíjate en mí!-le recordó.
-Y en mi madre...-suspiró Susan con tristeza-No lo olvido. He sido débil. Y he bajado la guardia. No volverá a ocurrir.
                         Cassandra abrazó a Susan y la besó en la mejilla.
                          Después de la experiencia que vivió ella, Cassandra llegó a la conclusión de que aquel hombre la había seducido porque sabía que no era una verdadera Baker. De haberlo sido, la habría dejado en paz. Pero era una niña de la calle rescatada por la bondad de aquella pareja.
                          Ningún hombre decente la querría como esposa. Pero Dios sí la quería de verdad. Durante su estancia en Londres, Cassandra había descubierto que la vida terrenal estaba llena de pecado. A pesar de su impureza...Quería ser digna de servir a Dios.
-No permitas que ese hombre te tiente-le pidió a Susan.
                           La joven asintió. Sabía que la preocupación de su amiga por ella era sincera.

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