jueves, 20 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo, tras casi dos semanas de ausencia, un nuevo fragmento de mi blog novela "Una pareja enamorada".
Me gustaría poder terminar lo antes posible con esta historia, ahora que me siento más motivada. He tenido unos días espantosos. Pero, gracias al apoyo de buenos amigos, estoy con mejor ánimo.
Y sigo escribiendo.
Quiero publicar, si puedo, todos los días.
Aquí os traigo un nuevo fragmento.

                                      Lady Kate se dio cuenta de que había un joven que estaba enamorado de Susan. Era imposible ignorar los ramos de flores silvestres que llegaban a su casa. Era imposible no ver el rubor que cubría las mejillas de Susan cada vez que leía una carta de amor que le escribía aquel joven.
                                        Ni cómo salía en dirección a su habitación a toda prisa. A esconder aquella misiva.
                                      Lady Kate tenía sentimientos encontrados. Por un lado, se alegraba por Susan. Su hija merecía ser feliz al lado de un hombre que la amara de verdad. Por el otro lado, los recuerdos acudían a su mente. Todo había empezado de aquel modo. Recordaba los regalitos que aquel miserable le envió. Las cartas con versos copiados que le escribió. No quería ni recordar cómo le conoció. Aquel hombre había sido el mayor error que jamás había cometido.
                                  Pero le había dejado a su adorada Susan.
                                  La bilis subió por la garganta de lady Kate al recordarle.
                                 Por un lado, le daba la razón a Susan cuando ésta se lamentaba de que ningún hombre decente la querría como esposa. Por otro lado, quería pensar que su hija se equivocaba.
                                 Sospechaba quién podía ser aquel joven. Era el secretario de Jeremiah. Un viejo algo excéntrico que vivía en la isla. Una de las pocas personas que nunca había criticado a lady Kate.
                                  Varias veces, lady Kate se había sentido tentada a hablarle a su hija un poco más acerca del hombre que la había engendrado.
                                  Lo intentó hacer una tarde. Las dos se encontraban en el jardín. Susan estaba cortando unas cuantas rosas.
-Nunca hay rosas en tu cuarto, madre-le comentó a lady Kate.
                                  Un brillo especial apareció en los ojos de Susan. Su madre se estremeció. Intentaba no pensar en el hombre que le había dejado a Susan en las entrañas.
                                  Por suerte, su hija se parecía en el físico a ella. En el carácter, Susan era única. No lo había heredado de nadie.
-No creo que las rosas vayan a alegrar mi cuarto-afirmó lady Kate con tristeza.
-Madre, se queja de que soy una solitaria-observó Susan-Pero tú también eres una solitaria.
-¿A qué te refieres?
-Apenas sales de casa. Nunca vas a visitar a nadie. No tienes amigas.
                              Lady Kate suspiró. No podía hablar más a fondo de aquel miserable con Susan.
                             Pensó una vez más que su hija no había heredado nada de aquel canalla. Susan le odiaba por haberla abandonado antes de nacer y lady Kate lo odiaba porque había sido una tonta por haber confiado en él.
                              Por haberse arrojado a sus brazos casi sin conocerle.

 

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