lunes, 31 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, seguimos con más problemas para Gerard y Susan.
Veamos qué les pasa.

                                  Gerard estaba harto de sus tíos.
                                  Ya había transcurrido una semana desde que lord Ford y su esposa llegaron a Nag's Head. Y Gerard deseaba enviarles de vuelta a Londres.
                                   El vizconde estaba borracho la mayor  parte del tiempo. Y su esposa lo único que hacía era quejarse. Sin embargo, se las ingeniaban para no dejar solo a Gerard. Ni siquiera cuando debía tratar con Jeremiah sobre ciertos asuntos que debían de discutir en privado, ya que tenían que ver con la fortuna del anciano.
                                 Gerard echaba de menos a Susan. Lo único que quería era verla.
                                 En varias ocasiones, fue a la casa de las Cole con el propósito de intentar ver a Susan. Pero no logró su objetivo. La criada que le abría la puerta le decía que Susan no estaba.
                                 En realidad, era mentira. Susan no quería ver a Gerard nunca más. El recuerdo de Lucien, de la desgracia de su propia madre y la ruina de Cassandra la atormentaban.
-Si viene mister Welles, le dices que no estoy-le ordenó a la criada-¿De acuerdo?
-Sí, miss Susan-contestó la criada.
-Sólo le dices eso. No quiero ver a ese hombre en esta casa.
                                 Gerard no quería presionar a Susan. Conquistar a la joven era muy difícil.
                                 El mayor problema era la cabezonería de Susan. Gerard sabía que su amor por ella era correspondido. ¿Acaso no había visto amor en los ojos de la joven cuando le miraba? Amor hacia él...Lo amaba.
                                 Pensar en Susan era lo único que mantenía a Gerard cuerdo. Sus tíos no le dejaban en paz.
                                 De noche, era convocado al cuarto de invitados, donde se hospedaban. Le recordaban los dudosos orígenes de Susan.
                                 ¿Cómo podía haberse enamorado de la hija de una ramera? En opinión de Gerard, el único que debía de ser condenado al ostracismo era el padre de Susan, por haberla abandonado antes de nacer.
-Voy a casarme con lady Susan Cole-advirtió-No podéis desheredarme. No tengo herencia. Y tampoco podéis amenazarme con quitarme una asignación. ¡Soy yo el que os pasa dinero todos los meses!
-Sólo tratamos de que entres en razón-insistió lady Ford.
                                 Gerard no pensaba renunciar a Susan. Iba a pelear por estar con ella contra el mundo si era preciso. Pero amaba a Susan con todas sus fuerzas. Su determinación...Su lealtad...
-Me casaré con lady Susan Cole-decidió Gerard.
-¿Te has vuelto loco?-se escandalizó lady Ford.
                                  Lord Ford murmuró algo acerca de que todos estaban locos en su familia. Estaba borracho y yacía acostado sobre la cama.
-Locos...-murmuró-Todos estamos locos.
-Puede que sea el más cuerdo de toda esta familia-contestó Gerard con firmeza.



-Si eres el más sensato de nuestra familia, ¿por qué sigues adelante con esta locura?-le increpó lady Ford-Lo que te conviene, querido, es buscarte otra esposa. Una esposa que sea rica. Que pueda ayudarnos.
-¿Que os pueda ayudar a seguir gastando dinero? Tía Paige, os conozco demasiado bien. Mi tío y mi padre se irían de juerga con la dote de mi esposa mientras estamos de luna de miel. Y yo no soy ningún arribista.
-Tienes muchos pájaros metidos en la cabeza, Gerard.
-Pienso casarme con Susan os guste o no os guste.

sábado, 29 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Seguimos con más fragmentos de Una pareja enamorada. 
Gerard no gana para disgustos. Sus tíos llegan de improviso a la isla.

                              La llegada de lord Ford y de lady Ford a la isla de Nag's Head se produjo al día siguiente.
                             El mayordomo de Jeremiah anunció que el joven Gerard tenía una visita. El joven estaba en el despacho reunido con Jeremiah. El anciano se percató de que el joven estaba a punto de desmayarse cuando vio a los recién llegados. El hombre estaba tambaleándose. Parecía que había estado bebiendo. La mujer lo único que hacía era quejarse. Con apenas un hilo de voz, Gerard hizo las presentaciones. Jeremiah se obligó así mismo a ser amable con aquella pareja.
-¿Qué estáis haciendo aquí?-les preguntó Gerard.
-Tus padres nos han mandado aquí-respondió lady Ford-No queremos que arruines tu vida por culpa de esa mujer.
-No te entiendo, tía Paige.
-Hemos recibido tu carta. Y debo de decir que estás loco.
                           Lord Ford no hablaba.
                           En un momento dado, cayó redondo al suelo.
-Llévenlo a la habitación de invitados-le ordenó Jeremiah a su mayordomo.
-Será mejor que le diga a su mayordomo que lleve a mi marido a la casa de mi sobrino-replicó lady Ford.
-Vivo aquí, tía Paige-la corrigió Gerard-La casa tiene dos habitaciones para invitados.
-Espero que estés bromeando. ¿Cómo vas a vivir aquí? ¡Eres el sobrino de un vizconde!
                            Gerard no tenía ganas de discutir con su tía. Era evidente que tanto su tío como ella habían llegado a Nag's Head con el propósito de amargarle la existencia. Pretendían separarle de Susan. Pues bien, ¡no se iban a salir con la suya! No les permitiría acercarse a Susan ni un milímetro.
-Veo que no te alegras de la llegada de tus tíos-observó Jeremiah.
                           Lady Ford siguió al mayordomo que llevaba a su marido a la habitación de invitados.
                           Jeremiah y Gerard se quedaron solos.
                           En el fondo, el joven se alegraba de saber que Susan casi no tenía contacto con la familia de su madre.
-Quieren separarme de Susan-escupió con rabia.
                           Jeremiah asintió con aire pensativo. Sintió admiración por aquel joven. Estaba dispuesto a enfrentarse a su familia por estar con la joven que amaba.
-Tus tíos no están bien de la cabeza-observó el anciano.
-Mi tía sólo sabe quejarse y mi tío o está borracho o está jugando o está en el burdel-le confió Gerard-En ocasiones, desearía haber sido un expósito. Lo prefiero mil veces a vivir con mi familia.
                          Era más que evidente que Gerard no sentía aprecio alguno por su familia. Quería a sus padres porque le habían dado la vida.
                          Pero aquel afecto no se extendía hacia sus tíos. Imaginó que sus primos estarían en el internado.
                       


-Tus tíos pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieras-le aseguró Jeremiah a Gerard-Pero me temo que no quieres que estén aquí.
-No se equivoca, señor-admitió el joven-Entre mi padre y mi tío, mi familia está en la ruina.
-Me lo contaste cuando entraste a trabajar para mí.
-Piensan que pueden gobernar mi vida. Olvidan que yo les envío parte de lo que gano aquí. Y, aunque se queden con el dinero, no me importa ¡porque no me van a separar de Susan!

viernes, 28 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Una pareja enamorada. 
Veamos qué ocurre entre Susan y Gerard.
¿Podrá derruir Gerard la muralla que Susan ha construido a su alrededor?

                               Susan se maldijo así misma.
                               Había jurado que no volvería a encontrarse nunca más a solas con Gerard. Que no volvería a verle. Y, sin embargo, se estaba dirigiendo a su encuentro.
                               Le había enviado una nota la tarde antes. En ella, ponía que quería verla por la mañana, cerca del mediodía. Susan pudo no haber acudido a su encuentro. Pudo haber roto la nota. Pero no hizo ninguna de las dos cosas. Y estaba empezando a arrepentirse de ello.
-Pensaba que no vendrías-la saludó Gerard.
-He pensado en no venir-admitió Susan.
                                La estaba tuteando. No terminaba de verlo como algo normal.
-No puedo quedarme aquí mucho tiempo-añadió Susan, nerviosa-Mi madre me está esperando.
-Lo único que quería era verte-admitió Gerard-Sólo eso...
-Pues ya me ha visto.
                                 Gerard notó que Susan estaba siendo de nuevo arisca con él. Admitió para sus adentros que lograr conquistar su corazón iba a ser una tarea muy difícil.
                                  No había vivido mucho. Nunca había salido de aquella isla. Y, sin embargo, Susan era mucho más cínica que cualquier otra jovencita recién llegada a Londres. O que la dama más experimentada que hubiera conocido.
-¿Ocurre algo?-le preguntó.
-No ocurre nada-respondió Susan, arisca-Será mejor que me vaya.
                                Pero no se atrevió a dar ningún paso. Gerard parecía poseer un imán que la retenía en aquel lugar.
                                 No quería mirar sus hermosos ojos, grandes, profundos y de color negro. No quería recorrer con la mirada aquel rostro de rasgos agradables y, al mismo tiempo, atractivos. ¡Qué alto le parecía! ¡Qué bien formado que estaba!
                                 Susan sintió cómo la sangre se agolpaba en sus mejillas. ¿De verdad había sido capaz de pensar tales cosas?
                                  Apartó rápidamente la vista de él. Se estaba mostrando lo que no quería ser. Vulnerable...
-Susan...-la llamó Gerard.
                                 ¡Qué raro le parecía escuchar su nombre en boca de él! Gerard pensaba en lo distinta que estaba Susan aquel día. Antes, se había mostrado un poco más accesible. Pero, por algún motivo, había vuelto a estar en guardia. Sabía que no era culpa suya. Lo único que quería era hacerla feliz.
                             Cuando Susan quiso reaccionar, Gerard se había acercado a ella y la estaba besando. La estaba besando con una dulzura desconocida para Susan.
                              Quiso corresponder a aquel beso, pero se dieron cuenta de que no estaba solos.
                              Alguien carraspeó a espaldas de Susan.
                              El beso finalizó.
-Lo siento-se disculpó Cassandra.
                               Miraba con cierto enojo tanto a Susan como a Gerard. La joven no sabía qué hacer.
                               De modo que optó por presentar a Gerard y a Cassandra.
-Cassie, te presento a mister Gerard Welles-dijo Susan.
-Me llamo Cassandra Baker-se presentó la joven-Soy la mejor amiga de Susan.
-Encantado de conocerla, miss Baker-dijo Gerard.
                               Besó la mano de Cassandra.
                              Tras saludarse, la joven le dijo a Susan que la acompañaba a casa. La joven agradeció el poder alejarse del lado de Gerard. Apenas sí se despidió del confundido joven.
-Esto no está bien-la regañó suavemente Cassandra-Ese hombre...Tiene el aspecto de un ángel. Pero no me engaña. Es el Demonio.
-Cassie, los demonios no se entretienen de ese modo-le aseguró Susan.
-¡Conozco a los hombres mejor que tú, Susie! Sir Kurt me llevó a la perdición. Tu madre está viviendo en este recóndito lugar por culpa de un miserable.
-Quiero pensar que no todos los hombres son así.

 

-Los hombres son peores de lo que piensas. Yo creía que sir Kurt me amaba de verdad. Me preveniste contra él. ¿Te acuerdas?
-Parece que todos los hombres sólo buscan hacernos daño.
-Por eso, Susie, te prevengo ahora yo contra mister Welles. No quiero que te haga daño. Por lo menos, no quiero que sufras como yo he sufrido por culpa de sir Kurt. No vuelvas a verle. No vuelvas a encontrarte con él. Con mister Welles...
-Entendido...No volveré a verle nunca más. Pero...Hay algo en él que me hace desear poder confiar en su persona. No parece como sir Kurt. No es como mi padre.

jueves, 27 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela "Una pareja enamorada".
Vamos a ver lo que pasa por la mente de Susan.

                                   Susan y Cassandra estaban sentadas en el sofá del saloncito de las Cole.
                                   Ambas estaban bordando. Susan estaba bordando un mantel. Cassandra, en cambio, estaba bordando un pañuelo. Debían de preparar sus respectivos ajuares de novia.
                                   Las dos chicas sentían que era una pérdida de tiempo. Ninguna de las dos se iba a casar. Cassandra estaba decidida a ingresar en un convento. Y Susan no quería ver nunca más a Gerard.
-Mis padres ya están al tanto de mi decisión-le contó Cassandra a su amiga-Dentro de unas semanas, me marcharé.
-¿Lo has pensado bien?-la interrogó Susan.
-He decidido que la Abadía de San José es un buen lugar.
-¿Y qué me dices de tu futuro?
-Dios quiere que le sirva, Susie. En el fondo, siempre supe que mi sino era ser religiosa. Pero el Demonio me tentó enviándome a sir Kurt.
-El Demonio se encargó de ese miserable. Pero tú eres ya libre.
                             Susan no recordaba el momento en el que dejó de ser niña. Nunca tuvo una niñez propiamente dicha.
                             Su inocencia...Nunca fue inocente. Después de la muerte de Lucien, la inocencia que pudo haber tenido Susan se esfumó para siempre.
-Dios ha perdonado mi pecado-afirmó Cassandra-Pero no perdonará mi pecado un hombre. Los hombres son así. Buscan una esposa virgen. Que tenga posición y dinero. Nunca querrán a una joven con un origen dudoso y que no es virgen.
                             Susan suspiró.
                             Le gustaba leer novelas sentimentales. Era como una manera de reconciliarse con el mundo.
                              Las dos jóvenes iban vestidas de blanco. Cassandra le explicó a Susan cómo reaccionó su familia adoptiva cuando les contó que iba a ingresar en un convento. No se lo tomaron muy bien. Un mechón de pelo se había escapado del elaborado moño que lucía Susan y se le iba a la frente.
                             Cassandra bordaba muy bien.
                             Susan la vio coger su taza de té para beber un sorbo.
                             Los ojos de las dos amigas se encontraron. Cassandra tenía los ojos grandes. De color negro intenso...
                              Los Baker habían procurado darle a Cassandra una esmerada educación. Ella se negó a abandonar la isla para ir a estudiar a un internado. Era feliz viviendo en aquel lugar.
-He vuelto a soñar con Lucien-le confesó Susan.
                              Cassandra se envaró al escuchar la confesión de su amiga. De las dos amigas, Susan había sido la más reservada. Cassandra, en cambio, había sido la más alegre. Susan le había advertido sobre sir Kurt.
                           


-Lucien es un buen recordatorio sobre lo que los hombres pueden hacerle a una mujer-le aseguró Cassandra a Susan.
                      Se maldijo así misma. No la había escuchado. No había prestado atención a sus consejos. Susan era muy observadora.
                      Susan había construido un muro a su alrededor por un buen motivo. No podía cometer el mismo error que había cometido Cassandra.
                      La conocía demasiado bien. Susan no debía de ser tan confiada como lo había sido Cassandra.
-No pienso volver a ver a ese hombre nunca más-le contó Susan a su amiga-No quiero saber más nada de él.
-Estás haciendo lo correcto-opinó Cassandra-Susie, no debes permitir que ese hombre se te acerque demasiado.
-He estado a punto de caer.      

miércoles, 26 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, seguimos desvelando más datos acerca de los motivos por los cuáles Susan mantiene su actitud recelosa y reservada.
¡Nuestra Susan es toda una fuente de sorpresas!

                                 Hacía semanas que Susan no sufría aquella espantosa pesadilla. No era algo que ocurriera todas las noches.
-¿Se encuentra bien, señorita?-le preguntó la criada, golpeando suavemente la puerta de la habitación de la joven.
-Estoy bien-respondió Susan.
                               Era mentira.
-¡Susie!-exclamó lady Kate, asustada.
                               Irrumpió en la habitación de su hija. Encendió la bujía que estaba en la mesilla de noche de Susan con manos temblorosas.
                               Abrazó a su hija, quién estaba pálida como la cera.
                               Cuando era pequeña, Susan estaba jugando con Cassandra por la orilla del río Támesis.
-Si sigues yendo por la orilla, te vas a resbalar-le advirtió Cassandra.
-Siempre tengo cuidado-se rió Susan.
-¿Cuándo lo vas a olvidar, hijita?-le preguntó lady Kate a su hija, haciéndola regresar al presente-Eras tan sólo una niña. Poco o nada podías hacer.
-¡Pero no dejo de pensar en él, madre!-respondió Susan, llorando-Era mi hermano. Quién lo abandonó estaba asustada. Igual que tú lo estuviste cuando supiste que yo iba a nacer.
-Pero no te abandoné. No te dejé sola. Eras mi hija. Te amaba desde que supe que ibas a nacer. No me arrepiento de nada. Lo mejor que me ha pasado en la vida has sido tú, mi pequeña Susie.
-Pero esa madre...
                            Las lágrimas rodaron por las mejillas de Susan.
                            Volvió la vista atrás.
                            De pronto, Cassandra y ella escucharon un débil sonido. Se parecía al maullido de un gatito que estaba agonizando.
                             Venía de detrás de uno de los muchos árboles que hay en la isla. Llenas de curiosidad, Cassandra y Susan se acercaron a ver de qué se trataba. En aquel momento, ambas debían de tener unos seis años.
-¡Es un bebé!-exclamó Cassandra.
-¿Qué hace un bebé aquí solo?-se sorprendió Susan.
                              Estaba completamente desnudo. No debía de tener ni un día de vida. En la isla, todo el mundo se conocía. Ninguna de las dos recordaba haber visto a una mujer con la barriga enorme. Según Cassandra, las mujeres que tenían una gran barriga estaban embarazadas. Su madre adoptiva se lo había explicado.
                              Susan cogió al bebé en brazos.
-¡Me lo llevo a casa!-anunció con determinación.
                              El bebé estaba muy delgado. Le costaba trabajo llorar. Susan pensó que Dios le había concedido la gracia de darle un hermano.
                               Era muy triste ser hija única. Cassandra era su única amiga.
                               También ella sabía lo que era ser abandonada nada más nacer. De buena gana, se habría llevado al bebé a su casa. Pero Susan había tomado antes aquella decisión.



                                Lady Kate se quedó de piedra cuando Susan y Cassandra irrumpieron en casa.
-¡Mira, mami!-trinó la pequeña.
                                 Llevaba a un bebé en brazos.
-¿Qué es eso?-se asustó lady Kate.
-Es mi hermanito-contestó Susan con desparpajo.
-¡No puede ser tu hermano!
-¡Claro que es mi hermanito, mami! Lo hemos encontrado Cassie y yo. ¡Pero dejarás que me quede con él! ¿Verdad que sí?
                              Al niño le costaba trabajo respirar.
-Sólo un milagro podría salvarle-pensó lady Kate con temor.
                               Estaba sucio. Iba cubierto de sangre y de otras sustancias.
                               Lo primero que había que hacer era lavarle. Después, habría que darle de comer. Susan estaba muy contenta.
                               Siguiendo las órdenes de lady Kate, la criada se hizo cargo del bebé. Le dio un baño con agua caliente. Y lo envolvió con todas las mantas que encontró en el armario de lady Kate.
                               De aquel modo, la criatura entró en calor.
                               El pequeño recibió el nombre de Lucien.
                               Durante once meses, vivió en la casa de lady Kate.
                               Para Susan, Lucien era su hermanito. Lo cuidó durante aquellos once meses. Jugaba con él. Lo llevaba en brazos a todas partes. Le paseaba por toda la isla.
                               Le dormía cantándole canciones. Trazó miles de proyectos para él.
                               Lady Kate decía que la madre de Lucien debió de haberse encontrado en la misma situación en la que se encontró ella. Le faltó valor suficiente como para hacerse cargo de su hijo. Trató de averiguar algo acerca de la verdadera madre del niño.
                                Sin embargo, los vecinos de la isla no sabían nada de ella. Bien pudo haber llegado a la isla en barca y haber abandonado allí al niño a su suerte.
                                 Lucien tenía once meses cuando cayó gravemente enfermo. Una infección pulmonar acabó con su vida. Apenas duró una semana desde que Susan se percató, estando con él en el jardín, que tenía mucha fiebre.
                                 Apenas quería levantarse para empezar a caminar solo. Ya gateaba por toda la casa.
                                 Balbuceaba el nombre de Susan. Sue, le decía. La muerte de Lucien destrozó a Susan. La niña estuvo un mes entero llorando la muerte del niño que había llegado a considerar su hermano.
                                Lucien...La deshonra de Cassandra...La historia de su madre...
                                Aquellos tres sucesos habían marcado el carácter de Susan. Miró casi con cólera a lady Kate.
-¡Los hombres tienen la culpa!-exclamó furiosa-Un hombre deshonró a la verdadera madre de Lucien. ¡Él lo mató!
-Cariño, lo que le ocurrió a Lucien no tiene nadie la culpa-le replicó con suavidad lady Kate-Dios se lo llevó con Él por algún motivo. Ahora, ya no sufre. Es un angelito.
-¡Pero tendría que estar vivo!
-Yo también sufro por su ausencia, Susie.
-¡Ningún hombre se dará nunca gusto alguno conmigo! ¡No lo permitiré!
                             Susan era incapaz de controlar su llanto.
                             Había vuelto a soñar con la muerte de Lucien.
                             Y aquel maldito de Gerard Welles estaba amenazando con derruir todas las murallas que había construido a su alrededor.

martes, 25 de agosto de 2015

UN CARTEL MUY INTERESANTE

Hola a todos.
Mientras navegaba por Internet, he encontrado este cartel.
Creo que refleja los pensamientos de lady Kate cada vez que mira a su hija Susan.
Por ese motivo, he querido hacer esta entrada tan breve para poder ponerlo y compartirlo.



Eso fue lo que le ocurrió a lady Kate.
Un canalla la sedujo. Y la abandonó a su suerte cuando supo que Susan iba a nacer. No tuvo el coraje de hacerse cargo de la hija que había engendrado.
Lady Kate adora a su hija. A pesar de todos los sufrimientos que ha padecido, siente que el calvario por el que ha pasado ha valido la pena. Tiene a su hija.
Susan ha crecido. Y se ha convertido en el mayor orgullo de su madre.

lunes, 24 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de Una pareja enamorada. 
Veamos qué ocurre entre Gerard y Susan.

                                  Gerard recibió una carta de su familia. En realidad, se la enviaban sus tíos. Tanto lord Ford como lady Ford le recriminaban su comportamiento.

                                   Tómala como amante, si ése es tu deseo. Pero esa joven no es la clase de mujer que te conviene como esposa. 
                                   Búscate una heredera y cásate con ella. 

                               Gerard reaccionó echando la carta a la chimenea de la casa de Jeremiah. Estaba la chimenea encendida en aquel momento. La carta no tardó mucho rato en ser pasto de las llamas.



                              Le envió una nota a Susan citándola para la tarde siguiente.
                              Se encontraron debajo de uno de los árboles que poblaban la isla.
-Me estoy mostrando débil ante usted-le recriminó Susan en cuanto Gerard llegó a su altura-Le estoy mostrando mi lado más vulnerable. Temo que vaya a aprovecharse de mí. Se lo advierto, mister Welles. No quiero que juegue conmigo. Nunca se lo perdonaría.
                              Gerard cogió la mano de Susan y se la besó.
-¿Quién dice que quiero aprovecharme de usted?-le preguntó con dulzura-Ya lo ha visto. Mis intenciones son honorables. Quiero hacerla feliz, miss Cole.
-No le creo-replicó Susan-Me es imposible creerle.
-No todos los hombres son como su padre.
-Ni cómo Kurt...
                             Gerard se envaró.
                            ¿Acaso había en la vida de Susan otro hombre? Había mencionado a un tal Kurt. ¿Era posible que tuviera un rival?
-Sir Kurt Roemarsh era un hombre del que se enamoró mi mejor amiga, Cassie-le explicó a Gerard-Le juró amor eterno. Hasta que lo mataron en un duelo porque estaba liado con la esposa de un lord.
-Lo siento mucho-alcanzó a decir Gerard.
                              Kurt había rondado a Cassie.
                             Se encontraba con ella a orillas del río Támesis. Daban paseos. Le enviaba regalos. Le escribía cartas de amor. Y, una noche, logró su objetivo.
                              Se encontró con ella debajo de uno de aquellos árboles.
                              Comenzó a besarla en el cuello y se dejó llevar.
                              Se entregó a él.
-Esto no lo sabe nadie-se sinceró Susan-Le ruego que no se lo cuente a nadie. Por algún extraño motivo, confío en usted. Sé que nunca delataría a Cassie. Sus padres no saben nada. Es su secreto.
                               Gerard notó cómo un nudo se formaba en su garganta.
                               Cogió la mano de Susan y se la oprimió con suavidad.
                               Con razón, la joven desconfiaba tanto de los hombres. No sólo estaba el caso de su madre. También estaba el caso de su mejor amiga. Las dos únicas historias de amor que Susan conocía atañían a dos jóvenes inocentes enamoradas de dos sinvergüenzas.
                                 No soy un sinvergüenza, pensó Gerard. Sabía Dios cuántas doncellas había seducido lord Ford antes y después de contraer matrimonio con su esposa. Sabía Dios cuántos hijos bastardos había engendrado. Por ese motivo, Gerard no debía de ser así.
-No todos los hombres son así de malnacidos, miss Cole-le aseguró a Susan-Creo que le he demostrado que yo no soy así.
                                 No puedo creer en sus palabras, pensó la joven. Me está mintiendo. Busca mi ruina.
                                 Sin embargo, al mirar a Gerard a los ojos, Susan deseó ciegamente sentir que podía confiar en él. Ya lo sentía. Por eso, se había confiado a él. Le había contado cosas que ni su madre sabía. Lady Kate no sabía nada de lo que le había ocurrido a Cassandra.
-Deme tiempo-le pidió con voz ahogada-Creo que no es mucho pedir.
-Está bien-aceptó Gerard.
                                  Besó con cariño a Susan en la mejilla.
                                  Esperaré todo el tiempo que sea necesario, pensó.
-Eres muy amable-afirmó.
-He logrado que me tutees-observó el joven risueño.
                                 Susan se sonrojó.

domingo, 23 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, entra en escena la que es la única y mejor amiga de Susan, Cassandra Baker.
Vamos a conocerla.

                           Hacía mucho tiempo que Susan no veía a su amiga Cassandra Eleanor Baker. Era una de las pocas personas que nunca la había mirado por encima del hombro.
                           Eleanor acababa de regresar de Londres, donde había tenido lugar su primera temporada social. El matrimonio Baker había creído que su hija adoptiva estaría más que encantada de disfrutar de una ciudad como Londres. Pero Eleanor había regresado antes de tiempo porque se aburría mortalmente.
-¡No me lo acabo de creer!-se rió Susan.
-Londres ha supuesto la mayor decepción de mi vida-afirmó Cassandra.
-Si te soy sincera, me habría gustado estar en tu lugar.
                            Susan cogió uno de los emparedados de pepino que había colocado la criada de los Baker en un plato y le dio un mordisco.
                            Había ido a visitar a Cassandra nada más enterarse de su regreso.
-Te noto algo rara-observó Cassandra-He leído todas las cartas que me has escrito en estas últimas semanas. Y tengo la sensación de que me estás ocultando algo. Vamos. Me lo puedes contar.
-¿Qué te voy a ocultar?-mintió Susan, poniéndose nerviosa.
-Nos conocemos desde que éramos muy pequeñas.
-Es verdad.
-Le estoy eternamente agradecida a mis padres por haberme dado un hogar. Dios los puso en mi camino. Y sospecho que Dios ha puesto en tu camino a alguien especial. ¿Me equivoco?
-No...
                              Cassandra esbozó una sonrisa cariñosa. Susan sintió cómo se le secaba la garganta.
                              Era imposible mentirle a Cassandra. La conocía demasiado bien. Y, a su vez, Susan conocía demasiado bien a Eleanor.
-Hay una persona-admitió-Un joven...
                              Cassandra frunció el ceño. Susan pensó que le iba a echar un sermón.
                              A veces, deseaba poder olvidar la desgracia que sufrió Cassandra. También había echado a perder su vida por culpa de los hombres.
                               Por suerte, no tendría problemas a la hora de fingir una virginidad existente. Cassandra no pensaba recurrir a la sangre de pollo para manchar las sábanas de su cama en su noche de bodas. Ella había sido más radical.
                               Había recurrido a una remiendavirgos. Cuando se lo contó a Susan, ésta creyó que se desmayaría.
                              A los pocos días, partió con sus padres adoptivos rumbo a Londres. Éstos insistían en que debía de tener una puesta de largo. Naturalmente, ignoraban que su hija adoptiva ya no era virgen. En Londres, el carácter de Cassandra cambió. Decía oír voces. Afirmaba que Dios la había llamado. Que su sino era ser monja.
-Es el Diablo-opinó Cassandra-Te quiere tentar.
-No parece que tenga aspecto de Diablo-replicó suavemente Susan.
                            Cassandra bebió un sorbo de su taza de té.
                            Conocía bastante bien a los hombres, por desgracia. Sabía cómo eran y lo que querían de las mujeres.
                             Susan era demasiado inocente. Debía de andarse con mucho cuidado.
-¿De quién se trata?-se interesó Cassandra.
-Se llama Gerard Welles-contestó Susan.
                            Es un forastero, observó Cassandra. Ella no conocía a nadie llamado Gerard Welles. Susan le contó que era administrador del anciano Jeremiah. Tanto el anciano como su esposa le tenían mucho aprecio. Cassandra arqueó las cejas al escuchar hablar a Susan. Parecía saber muchas cosas de aquel joven.
-No parece que sea un canalla-insistió Susan.
-Ten cuidado-le exhortó Cassandra.
-Tengo mucho cuidado. No permito que se propase conmigo.
                             Había mucho más. Susano no se atrevía a contárselo a Cassandra. No se atrevía a contarle que Gerard la estaba cortejando.
                              ¿En serio la estaba cortejando?


                       
-Dice que está muy interesado en mí-añadió Susan con cierto reparo.
                          Le estaba temblando la voz. ¿Dónde estaba la firmeza de su carácter? ¿Por qué Gerard la había convertido en un ser dubitativo y balbuceante? No se reconocía así misma. Susan Cole no era así. Era fuerte. Estaba segura de sí misma. Nunca vacilaba. En aquel momento, sentía que odiaba a Gerard con todas sus fuerzas. Le odiaba por haber irrumpido de manera violenta en su vida.
-Hay algo más-insistió Cassandra.
-No te entiendo-mintió Susan.
-Te pones blanca como la cera cuando mientes, Susie. Dime la verdad. ¿Ha ocurrido algo entre vosotros?
-¡No! ¡Te estoy diciendo la verdad!
                            No sé mentir, pensó Susan, alterada. Cassandra la conocía demasiado bien.
                           Finalmente, se sinceró con ella.
-Me ha besado-le confesó.
                            Cassandra le echó un verdadero sermón. Le espetó que era una tonta. Que debía de volver a ser la Susie desconfiada que siempre había sido. ¿Dónde estaba su amiga? No lo sé, Cassie, pensó Susan, con desesperación. Te juro que no lo sé.
-¡Fíjate en mí!-le recordó.
-Y en mi madre...-suspiró Susan con tristeza-No lo olvido. He sido débil. Y he bajado la guardia. No volverá a ocurrir.
                         Cassandra abrazó a Susan y la besó en la mejilla.
                          Después de la experiencia que vivió ella, Cassandra llegó a la conclusión de que aquel hombre la había seducido porque sabía que no era una verdadera Baker. De haberlo sido, la habría dejado en paz. Pero era una niña de la calle rescatada por la bondad de aquella pareja.
                          Ningún hombre decente la querría como esposa. Pero Dios sí la quería de verdad. Durante su estancia en Londres, Cassandra había descubierto que la vida terrenal estaba llena de pecado. A pesar de su impureza...Quería ser digna de servir a Dios.
-No permitas que ese hombre te tiente-le pidió a Susan.
                           La joven asintió. Sabía que la preocupación de su amiga por ella era sincera.

sábado, 22 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, vamos a seguir con un nuevo fragmento de esta bonita historia de amor.
¿Qué es lo que va a ocurrir entre Susan y Gerard?
¡Veamoslo!

                          Gerard acudió a la casa de las Cole al cabo de varios días.
                          Al verle, Susan sintió cómo su corazón comenzaba a latir a gran velocidad. Ella estaba a punto de salir de la pequeña biblioteca de la casa cuando le vio. En un primer momento, pensó en salir corriendo. En encerrarse en la biblioteca. Pero no lo hizo.
-Miss Cole...-la saludó Gerard, dedicándole una de sus adorables sonrisas.
                           El corazón de Susan comenzó a latir a gran velocidad. Su garganta se secó a medida que Gerard se iba acercando a ella.
                           El joven no paraba de hablar. Sus ojos brillaron al encontrarse con los ojos de Susan. -¿Qué está haciendo aquí?-le preguntó la joven con apenas un hilo de voz.
-Ya sabe que la estoy cortejando-respondió risueño Gerard-¿Acaso no se ha dado cuenta?
-Mi madre...
-¿Está aquí su madre?
                           Era verdad. Lady Kate estaba en la cocina. Estaba hablando con la cocinera sobre el menú que serviría aquella noche en la cena. Susan se había puesto pálida de golpe.
                            Gerard pensó que estaba haciendo algo malo. Pensó en lo bella que estaba Susan aquella tarde.
-Me gustaría conocerla-afirmó el joven-Vamos a ser familia.
-¿Qué dice?-se escandalizó Susan.
                             Lady Kate salió en aquel momento de la cocina. Entonces, se fijó en el joven que estaba junto a su hija.
-De modo que es usted-observó la dama-Usted es el caballero que ronda a Susie.
                            Las mejillas de Susan se encendieron. Lady Kate intentaba adoptar un tono de voz neutro.
                            Como pudo, Susan llevó a cabo las presentaciones. Para sorpresa de lady Kate, Gerard le hizo una reverencia respetuosa.
                             El corazón de lady Kate se detuvo. Ya no recordaba la última vez que alguien se dirigió a ella con respeto.
                              Gerard parecía un joven encantador. Pero también había sido encantador, a los ojos de lady Kate, el hombre que le dejó a Susan en las entrañas. No paraba de hablar. No paraba de sonreír de manera amable. Sin embargo, Gerard no se parecía en nada a aquel miserable. No miraba a Susan con lujuria. La miraba con una ternura que lady Kate nunca antes había visto en alguien. Susan se envaró. Se dio cuenta de que Gerard se estaba ganando el aprecio de su madre.
-Señor...-intervino-Será mejor que se marche.

       

                             Gerard la miró con asombro.
-¿De verdad quiere que me marche?-le preguntó.
-Se está haciendo tarde-respondió Susan, visiblemente incómoda.
-Todavía no es la hora del té.
-¡No importa!
                            Gerard no quería incomodar a Susan. Decidió que era mejor hacer lo que le pedía.
                            Cogió las manos de la joven y se las besó a modo de despedida.
                            Hizo una reverencia a lady Kate.
                            Y se marchó.
-Parece un joven muy agradable-comentó lady Kate en cuanto oyó cerrarse la puerta principal-Me he fijado en cómo te miraba. Se nota que está muy enamorado de ti, hija.

jueves, 20 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo, tras casi dos semanas de ausencia, un nuevo fragmento de mi blog novela "Una pareja enamorada".
Me gustaría poder terminar lo antes posible con esta historia, ahora que me siento más motivada. He tenido unos días espantosos. Pero, gracias al apoyo de buenos amigos, estoy con mejor ánimo.
Y sigo escribiendo.
Quiero publicar, si puedo, todos los días.
Aquí os traigo un nuevo fragmento.

                                      Lady Kate se dio cuenta de que había un joven que estaba enamorado de Susan. Era imposible ignorar los ramos de flores silvestres que llegaban a su casa. Era imposible no ver el rubor que cubría las mejillas de Susan cada vez que leía una carta de amor que le escribía aquel joven.
                                        Ni cómo salía en dirección a su habitación a toda prisa. A esconder aquella misiva.
                                      Lady Kate tenía sentimientos encontrados. Por un lado, se alegraba por Susan. Su hija merecía ser feliz al lado de un hombre que la amara de verdad. Por el otro lado, los recuerdos acudían a su mente. Todo había empezado de aquel modo. Recordaba los regalitos que aquel miserable le envió. Las cartas con versos copiados que le escribió. No quería ni recordar cómo le conoció. Aquel hombre había sido el mayor error que jamás había cometido.
                                  Pero le había dejado a su adorada Susan.
                                  La bilis subió por la garganta de lady Kate al recordarle.
                                 Por un lado, le daba la razón a Susan cuando ésta se lamentaba de que ningún hombre decente la querría como esposa. Por otro lado, quería pensar que su hija se equivocaba.
                                 Sospechaba quién podía ser aquel joven. Era el secretario de Jeremiah. Un viejo algo excéntrico que vivía en la isla. Una de las pocas personas que nunca había criticado a lady Kate.
                                  Varias veces, lady Kate se había sentido tentada a hablarle a su hija un poco más acerca del hombre que la había engendrado.
                                  Lo intentó hacer una tarde. Las dos se encontraban en el jardín. Susan estaba cortando unas cuantas rosas.
-Nunca hay rosas en tu cuarto, madre-le comentó a lady Kate.
                                  Un brillo especial apareció en los ojos de Susan. Su madre se estremeció. Intentaba no pensar en el hombre que le había dejado a Susan en las entrañas.
                                  Por suerte, su hija se parecía en el físico a ella. En el carácter, Susan era única. No lo había heredado de nadie.
-No creo que las rosas vayan a alegrar mi cuarto-afirmó lady Kate con tristeza.
-Madre, se queja de que soy una solitaria-observó Susan-Pero tú también eres una solitaria.
-¿A qué te refieres?
-Apenas sales de casa. Nunca vas a visitar a nadie. No tienes amigas.
                              Lady Kate suspiró. No podía hablar más a fondo de aquel miserable con Susan.
                             Pensó una vez más que su hija no había heredado nada de aquel canalla. Susan le odiaba por haberla abandonado antes de nacer y lady Kate lo odiaba porque había sido una tonta por haber confiado en él.
                              Por haberse arrojado a sus brazos casi sin conocerle.

 

viernes, 7 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Hoy, seguimos viendo cómo avanza la relación entre Gerard y Susan.
¡Veamos qué ocurre entre nuestros tortolitos!

-Esto es una imprudencia-afirmó Susan.
-Yo diría que es un simple paseo-replicó Gerard.
-He cometido una locura al encontrarme con usted.
                          Gerard había ido a buscarla a su casa.
                          Eran las tres de la tarde. Lady Kate se había retirado a su habitación a dormir la siesta, tal y como solía hacer después de comer.
                          Gerard quería hablar con Susan. No le especificó lo que le quería contar.
                          Le dijo que se lo contaría si aceptaba dar un paseo con él. Susan aceptó.
                          Ya estaba dando el dichoso paseo por la isla con Gerard. Sin embargo, el joven no le había dicho lo que quería contarle.
-¿Acaso me ha engañado?-casi gritó Susan, indignada-¡Me ha sacado de mi casa a la fuerza!
-Usted ha venido conmigo porque ha querido-contestó Gerard-Yo no suelo obligar a nadie a que me haga compañía.
-¡Me ha mentido!
-No entiendo el porqué está así conmigo, miss Cole. Su padre era un hijo de puta. Y no voy a disculparme. Es la verdad. Pero le aseguro que no tengo nada que ver con él.
                             Se detuvieron de golpe. Susan tuvo que reconocer algo que sabía desde hacía mucho tiempo.
-No estoy acostumbrada a tratar con la gente-admitió-No tengo apenas amigas. Siempre he sentido el rechazo de los demás.
-Pero usted no tiene la culpa-le recordó Gerard-Su madre tampoco tiene la culpa. Un cabrón apareció en su vida.
-Habla demasiado claro. Eso puede ser perjudicial. ¿No le parece?
-Digo las cosas tal y como las siento. Miss Cole, usted es una mujer extraordinaria. ¿No lo ha pensado bien? Merece ser feliz. Darse así misma la oportunidad de ser amada.
-¿Y quién podría enamorarse de mí?
                             Volvieron a caminar. Gerard sintió una dolorosa presión dentro de su pecho. Contempló con anhelo a Susan.
                             Desde que la vio por primera vez, no podía sacársela de la cabeza. Sabía que su familia se opondría a aquella relación.
                             Gerard era el dueño de la situación. Era mayor de edad. Su familia no podía quitarle asignación alguna. Todo lo contrario...
                             Estaban en la ruina. Vivían de la mitad de su sueldo.
-Yo podría ser ese hombre-se sorprendió Gerard-Yo la amo, miss Cole.
                             Las palabras brotaron sin control de su garganta. Salieron por su boca de una manera casi impulsiva.
                            Se detuvieron de nuevo. Gerard no se arrepintió de lo que había confesado. Estaba enamorado de Susan Cole. Era la mujer con la que llevaba soñando toda su vida. Una mujer en la que podía apoyarse. Una mujer honesta...
                            Susan le miró atónita.
-Debe de estar gastándome una broma-sonrió de forma trémula la joven.

    

-No le estoy gastando ninguna broma-le aseguró Gerard-Le estoy diciendo la verdad.
                           Susan dejó de escuchar el sonido de los pájaros que trinaban posados en las ramas de los árboles. Dejó de escuchar el sonido del río Támesis a su paso por la isla.
                          Sólo fue consciente de que su corazón latía a gran velocidad. La cabeza empezó a darle vueltas.
                          Y fue consciente de cómo sus brazos rodeaban el cuello de Gerard cuando éste se inclinó sobre ella y la besó con tanta intensidad que Susan pensó que acabaría desmayándose.
                           Lo que estaba ocurriendo era real.

martes, 4 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
El fragmento de hoy de Una pareja enamorada es bastante cortito. Aún así, deseo de corazón que os guste.

                                     Gerard era la clase de hombre que podía hacerla feliz.
                                      Era un joven de carácter amable. En cuanto al físico, era alto y desgarbado.
                                     Susan debía de reconocer que se sentía protegida cuando estaba con él.
                                     Era una sensación cálida la que la embargaba. La hacía sentirse vulnerable. Pero, al mismo tiempo, la llenaba de vida.
                                      Lo tuvo que admitir más adelante, cuando Gerard ya la había besado con pasión acostado a su lado en la cama. Cuando los labios de Gerard habían saboreado cada centímetro de su cuerpo.
                                     Cuando ya era suyo. Ya no podía alejarlo nunca más de su vida.



                                Susan reflexionaría sobre ello más adelante.
                                Cuando se encontrara a solas en su habitación.
                                Recordaría cómo se sentiría cuando Gerard la estrechaba entre sus brazos.
                                Recordaría lo feliz que se sentía cuando estaba con él.
                                Pero también pensaría en su madre.
                                Susan se había dejado llevar por las caricias que Gerard le brindó con sus manos y con su lengua.
                                Susan había cometido el mismo error que cometió su madre. Pero había una diferencia.
                                 Gerard no era como su padre. Era distinto.
                                Él la amaba de verdad. Susan lo vería entonces.

lunes, 3 de agosto de 2015

SEQUEDAD

Hola a todos.
En este blog no sólo albergaré mi blog novela "Una pareja enamorada".
También abordaré otras cosas.
En este caso, me gustaría reflexionar sobre el agua.
Ya no recuerdo la última vez que llovió aquí, en La Unión. Han pasado unos cuantos meses desde que llovió. Y me refiero a una lluvia que durase una hora, no a cuatro gotas contadas. O menos...
Se entiende que llueve menos en verano. Se entiende que estamos en una zona donde la lluvia es escasa. Pero también se entiende que el agua es buena para las plantas.
Los cultivos necesitan agua. El río Segura necesita agua.
Y no cae ni una miserable gota de agua del cielo. Sólo queda esperar.
Pensar que las cabañuelas (son este mes) nos traerán la deseada lluvia. Aunque eso no vaya a ocurrir. No sé si volverá a llover algún día. Hemos pasado de tener un clima mediterráneo a tener un clima más parecido al clima desértico sin darnos apenas cuenta.
Y me temo que la cosa va a ir a peor.

sábado, 1 de agosto de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Mientras la familia Welles está escandalizada, Gerard, ajeno a esto, sigue pensando en Susan.

                                   Gerard siempre había sido un niño muy solitario.
                                   Había recibido una educación muy propia de alguien de su posición social. Había ido a Harrow a estudiar cuando tenía seis años.
                                   Más tarde, fue a estudiar a Eton. Cuando estaba de vacaciones en su casa, su familia lo arrastraba consigo a las meriendas a las que eran invitados. Debía de ser más sociable. Debía de conocer mejor a sus vecinos.
                                 Gerard no pudo estudiar en Oxford. Para entonces, su familia ya estaba en la ruina. En su cabeza, quedó grabada la idea de que debía de hacer algo.
                                 Sus padres querían casarlo con alguna rica heredera. Pero Gerard escandalizó a su familia cuando decidió que buscaría un trabajo. Casarse no había entrado en sus planes y lo cierto era que no tenía experiencia alguna con las mujeres. No había coqueteado con ninguna de ellas.
                                 Repasó uno de los numerosos documentos de Jeremiah.
                                Pese a que era uno de los hombres más ricos que jamás había conocido, prefería vivir en aquel lugar.
-Dicen que los lugares pequeños resultan encantadores-afirmó Jeremiah, entrando en el despacho-¿No lo crees?
-Si le soy sincero, señor, nunca me ha gustado Londres-contestó Gerard-No tengo muchas ganas de regresar allí.
-Tendrás una familia.
-Mi familia sólo me quiere cuando les envío la mitad de mi sueldo.
-Deberías de dejar de hacerlo. Ellos son los que tendrían que mantenerte. No al revés...
                                   Jeremiah sabía que Gerard era miembro de una aristocrática familia. Pero estaban en la ruina. Jeremiah procedió a dictarle una carta. Iba dirigida a su yerno. Siempre le estaba pidiendo dinero.
-Es otra sanguijuela-afirmó Jeremiah-No sabe ganarse la vida decentemente.
                               Gerard comparó mentalmente al yerno de Jeremiah con su familia. Quería mucho a sus padres. No le cabía la menor duda de que se preocupaban de corazón por él.
                               Sobre todo, su madre. El problema radicaba en su padre y en su tío. Eran demasiado amigos de irse de juerga. De despilfarrar el dinero.
                                No sabían bien administrar el patrimonio familiar. Gerard sabía lo que era tener familia en Newgate. Su padre pidió un préstamo a un indeseable para salvar su casa. La había apostado en una partida de naipes. Estuvo cerca de dos años en Newgate.
-Mi padre y mi tío creen que trabajar es algo que sólo los pobres pueden hacer-contó Gerard-Nosotros somos pobres.
-Tú ganas tu sueldo y sabes administrarlo-observó Jeremiah.
                            Gerard suspiró. Era raro hablar con alguien ajeno a su familia de su situación familiar. Naturalmente, la ruina de su familia era algo que Susan ignoraba por completo.
                           No sabía cómo contárselo. A lo mejor, ella le despreciaba todavía más.
-Puede que eso sólo signifique una cosa-se lamentó Gerard con tristeza-Que miss Cole me odie aún más.
-Sé paciente con esa joven-le exhortó Jeremiah-A las mujeres se las conquista con ardor, con paciencia y con dulzura.



-¿Usted sabe algo acerca de quién pudo ser el padre de Susan?
-Esa pregunta deberías de hacérsela a lady Kate. ¿Por qué quieres saberlo?
-Quiero meterle un balazo.
-Eres muy temperamental, muchacho.
                         Jeremiah se echó a reír.
-Estoy hablando en serio-insistió Gerard.
                           Quería devolverle la alegría a Susan. Tenía la sospecha de que nunca había sido alegre.
                           Ser la hija de un miserable trae consigo muy pocas alegrías. Amo a Susan Cole, pensó Gerard.
                        Y lograré que sea feliz conmigo.