jueves, 23 de julio de 2015

UNA PAREJA ENAMORADA

Hola a todos.
Aquí os traigo un nuevo fragmento de mi blog novela "Una pareja enamorada".
Es un fragmento muy breve y tiene como protagonista a Susan.
¡Veamos qué le ocurre!

                                  Aquella noche, antes de irse a la cama, Susan contempló su imagen reflejada en el cristal del espejo.
                                 Llevaba su suelto su cabello. Era de color oscuro. Sus ojos eran de color azul.
                                 Había oído decir a las criadas que iba camino de convertirse en una solterona. Hasta no hacía mucho, Susan había pensado que no era nada malo quedarse soltera porque, así, se dedicaría a cuidar de su madre.
                                 Tenía dieciocho años. Lady Kate pensaba que parecía más madura de lo que una joven de su edad solía ser. Susan era seria. Era arisca. Y parecía tenerle miedo a la gente. Lady Kate insistía en que debía de viajar a Londres. Al mirarse en el cristal del espejo, Susan estuvo a punto de acceder a la petición de su madre.
                               Se sentó en la silla del tocador. ¿A quién pretendía engañar? ¡Ella jamás viajaría a Londres! ¡Nadie la aceptaría! Tan sólo tenía el apellido de su madre.
                               Ningún miembro de la aristocracia se había creído aquella historia acerca de que era viuda. Susan no conocía a su padre y, a menudo, fantaseaba con la idea de conocerle para poder clavarle un puñal en el corazón por todo el daño que le había ocasionado a su madre. Sabía que eso nunca ocurriría. Lady Kate ya no amaba a aquel canalla. Pero siempre le recordaría por ser el padre de Susan. Por haberla engatusado con frases bonitas.
                            Susan sintió cómo las lágrimas se agolpaban en sus ojos.
                            Gerard la había besado.
                            Gerard le había robado besos.
                            Es un hijo de perra, pensó con rabia. Le comparó mentalmente con su desconocido padre.
                             Se puso de pie y no quiso seguir mirándose en el espejo.
                             No intentaría luchar contra su Destino. Seguía decidida a quedarse soltera. Los hombres buenos y honrados nunca se casaban con las bastardas como ella.

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